CAPITULO 5
MATRIMONIO
La
noticia, se extendió por el pueblo con rapidez: La hija pequeña de Zoilo y
Ángela se casaba con el músico que había conocido en la fiesta del pueblo en
junio, lo había contado Hipólito, el hermano mayor de Benedicta, en la tienda
del pueblo.
Las
mujeres del pueblo no hablaban de otra cosa. Se reunían todas en la fuente y el
lavadero, que eran en el pueblo el principal lugar de reunión porque no había
agua corriente en las casas y había que acudir allí para poder lavar la ropa.
Por las mañanas, especialmente los días que no llovía y hacía buen tiempo
siempre había que encontrar un momento para bajar a hacer la colada. Y se
aprovechaba para contar las últimas novedades. El lavadero era, a pesar del
trabajo y los sustos cuando se despistaban y el agua se llevaba un calcetín o
el jabón, un lugar que resultaba agradable.
Otra
de los puntos de encuentro del pueblo era la iglesia. El que no había oído las
noticias en la tienda o en el lavadero no se podía perder la hora de la misa
para estar informado. Para la hora del rosario todo el pueblo se había enterado
de la noticia, y a la salida de la iglesia, ya de noche se formaron corrillos
para comentar y ponerse al día de las últimas novedades.
Benedicta
no paraba de contestar preguntas: ¿Cuándo iba a ser la boda?, ¿Dónde lo iban a
celebrar?, ¿Te hará tu hermana el traje? ¿Nos vas a invitar a todas? Todo el
pueblo estaba entusiasmado porque siempre se tiene ganas de celebrar la boda de
alguien.
Providencia,
la hermana mayor de Benedicta, tenía un taller de costura y allí junto con sus aprendizas
y la propia novia prepararon el traje que Bene debía llevar. Fue un traje
sencillo pero para la novia era un traje muy bonito.
El
3 de marzo de 1934 se casaron. No había pasado ni un año desde que se habían
conocido. La boda, fue una fiesta para todos los del pueblo. El cura que la celebró
fue el Padre Alejandro. Después de la ceremonia se celebró la comida, donde no
falto el arroz con pollo y el baile con la mejor orquesta que podían tener. Carlos
invitó a todos los compañeros de la banda a la boda y además de invitados
tuvieron que hacer de músicos; y lograron con su música que todo el mundo
disfrutase en aquella boda.
El
dinero no les sobraba así que el viaje de novios fue corto, no se podía
abandonar el trabajo y Carlos tenía muchas ocupaciones.
Tras
la boda se fueron a vivir a Torrelavega, primero alquilaron una casa cerca de
los padres de Carlos, y después cuando la familia fue creciendo y fueron necesitando
más espacio se trasladaron a una casa en cuatro caminos.
Poco
antes de que fuera a nacer su primer hijo, Benedicta se regresó a su pueblo
para estar cerca de su madre y su familia, y para que la ayudasen con el niño
durante los primeros días. En 1935 nació su primer hijo en San Roque del Acebal.
Con el nombre no hubo duda, se llamaría Carlos como su padre. En 1936, esta vez
en Torrelavega nace su hija Maria Victoria y en 1938 nació otro varón, Antonio
aumenta la familia. Los años de la guerra fueron difíciles para el matrimonio
quizá por eso pocas veces, pasada la guerra, en casa se hablaba de ella, de la angustia,
los piojos, las pulgas el hambre, la soledad, el miedo, las denuncias… Benedicta
y Carlos alguna vez contaban a sus hijos la bajada de su padre desde Reinosa
con la ropa tan cargada de “bichos” que no había sitio para más o cuando Carlitos
durante la estancia en el refugio de la mina se escondía debajo de la falda de
las señoras del miedo que le daban los bombardeos. En los años de la pos guerra el trabajo fue
intenso, pero la ilusión y el entusiasmo también.
La
fábrica de muebles funcionaba muy bien y a Carlos le lleva mucho tiempo pero no
encontraba el momento de abandonar la música. Todo el dinero que podía conseguir
era necesario. La comida escaseaba y tenía tres hijos. A Tita, como llamaba Carlos
siempre a su mujer Benedicta, le tocaba hacer grandes colas para conseguir
comida. Gracias a que su hermana le había enseñado a coser, tenía que dar la vuelta
a los cuellos de las camisas, remendar todos los rotos y hacer todo tipo de
apaños para estirar la vida de la ropa. Y sobre todo tenía que animar a su
marido para que siguiera adelante.
Los
días que había fiesta, de vez en cuando, aparecía su hermano “Polito” que le
traía del pueblo alguna patata, alubias, huevos, manzanas,… un lujo que
disfrutaban y también hacían milagros para estirar.
En
algunas ocasiones con el estraperlo conseguían azúcar para hacer algún postre y
tabaco para que Carlos pudiera encender algún cigarrillo. El estraperlo era una
forma de comercio ilegal que la gente usaba en la calle y de este modo se
podían conseguir determinados productos que escaseaban en las tiendas. Estaba
perseguido por la policía y no pocas veces el estraperlista para no ser
detenido tenía que deshacerse de los productos, por ejemplo tirándolos desde el
tren a las cunetas porque alguien había dado un chivatazo.
Muy
despacio y con mucho esfuerzo fue mejorando la economía, la gente volvía a
necesitar muebles y a comprarlos así que fue necesario ampliar el taller.
Carlos tubo que comprar un local en la calle General Castañeda de Torrelavega y
poco después le fue ampliando con otros contiguos.
La
familia no había terminado de crecer y en 1944 nace su cuarta hija Carmen, y todavía
dos años más tarde el último de la familia, Fernando.
La
tienda de Carlos cada vez se hace más grande porque viene gente a comprar de
las provincias cercanas. Sus gabinetes y comedores empiezan a ser reconocidos y
reclamados desde Asturias al País Vasco. La cantidad de trabajo hizo que Carlos
cada vez le tuviera que dedicara menos tiempo a la música y no le quedó otra
que dejar la orquestina y la banda municipal. Durante la semana el trabajo era
duro, a medio día tenía el tiempo justo para poder comer y poco más, Tita
comentaba que “tenía que tener la sopa soplada” para que nada más comer Carlos
pudiera volver a abrir el taller lo antes posible. Sin embargo, la cena Carlos
se la tomaba más relajada, le gustaba disfrutar de su familia y de la comida.
Casi siempre tenía preparada alguna sorpresa que guardaba en los bolsillos de
su gabardina y que compraba al salir del taller. Después de cenar, cuando
llegaba la hora del postre, se la daba a sus hijos pequeños. Les mandaba a
cogerla y ellos solían encontrar higos, uvas pasas, castañas asadas, pastas o
algún caramelo.
Cuando
llegaba el fin de semana aprovechaba para pasar más tiempo con su familia. Los
domingos por la mañana acompañaba a su mujer y a sus hijos pequeños a misa. Los
hijos mayores iban por su cuenta con los amigos. Después aprovechan para ir
todos juntos a tomar un mosto y unas rabas. El domingo también era el día de la
paga y cuando llegaba la hora de dar el dinero a sus hijos mayores les solía preguntar,
para saber si ellos también habían ido a misa: ¿De qué color era la casulla (vestido
el cura) del cura?
Por
la tarde aprovechaba para ir al bar y echar una partida a las cartas con sus
amigos de siempre.